Sra. Alcaldesa:
Una maestra amiga de mis padres
comentó hace tiempo que el recuerdo más llamativo que tenía de Vd., cuando
estudiaba EGB en la Compañía de Maria y era delegada de curso, era la
perseverancia que tenía para convencer a las compañeras de clase de sus
propuestas e ideas. Insistía con todas las estrategias posibles y no paraba
hasta conseguirlo. Estos hechos eran muy comentados entre el profesorado porque
llamaba la atención su capacidad de dominar el grupo. Supongo que estas artes,
mejoradas con el tiempo, le habrán servido para convencer a la Corporación
Municipal de plantear el ERE en que injustamente ha incluido a mi padre. (Todos
los días recibimos alguna llamada o email de conocido, antiguo compañero o jefe
suyo, que no entiende la razón de ésto).
Yo de mayor quiero ser como Vd.,
política no, abogada. Me gustaría tener sus dotes para convencer a un tribunal
de la verdad y la justicia en mi trabajo. Supongo que Vd. sentiría lo mismo cuando eligió esa carrera.
Mi padre siempre nos ha dicho que
teníamos dinero guardado en una cartilla para nuestros estudios y que eso era
sagrado. Ayer le pregunté si yo podría hacer el máster que ahora piden los
colegios de abogados para poder ejercer el día que termine. El no me contestó y
ocultó su cara.
¿Podría Vd. contestarme, por favor?
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